Mi buda en el talego
El Universo es energía pura. Inmenso océano de vibraciones, esta energía se concentra en todas las formas de existencia, bien sea una roca, una ola, una flor, un abrigo colgado de tu ropero o tu mismo. La existencia está hecha de la misma sustancia básica y se encuentra en acción: nacer, desplegarse, transformarse, desplazarse, cambiar. Todas las cosas son literalmente una y en consecuencia están interconectadas.” - Manual de las Nueve Revelaciones (James Redfield).
Esta es la historia de V. Un tipo luminoso, con alma de guerrero. Bien podría ser un una mezcla entre Buda y el Cid Campeador. Un ser alegre por dentro y por fuera. Lituano, 44 años, persistente expresión de paz. Cabeza rasurada, nariz fina, ojos de un azul vidrioso y glacial, un poco de pez. Sonrisa amplia, blanca y constante. Sanguíneo y vital. Metro noventa, espalda de albatros, brazos musculoso. En su país, ha competido a alto nivel en boxeo y MMA(Artes Marciales Mixtas). Es famoso allí también por haber sido un revolucionario antisistema, de los que ha creído durante demasiado tiempo que el fin justifica los medios. Ese fue el principio extremo y desproporcionado que con el tiempo le ha traído hasta aquí. Lleva en su mochila un historial que quita el aliento: ha sufrido torturas, prisiones durísimas, traiciones, guerra, evasión y toda una retahíla de suplicios que no son fáciles de creer. La trama de su vida es un thriller esquizofrénico que mezcla ingredientes como la guerra, el terror, la mafia, el drama y, por supuesto, el amor.
Es un espectáculo verle entrenar con su pequeño grupo de alumnos a los que a veces me uno, ya sea corriendo o haciendo de sparring. Se vacía y se entrega como si se jugara la vida en cada sesión. Cuando termina de hacerlo, con su frente perlada de sudor y la respiración agitada, levanta los brazos hacia arriba, fija sus ojos en el cielo y empieza a rezar en voz baja, supongo que invocando a su Dios. Y su Dios le escucha porque siempre termina esta liturgia con una sonrisa feliz y resplandeciente que le dura unos minutos.
Cuando le pregunto intrigado sobre a quién reza, me cuenta que su religión es pagana y que la profesa toda su familia desde hace muchas generaciones. A mí por lo que me cuenta, me resulta un culto combinación entre los indios antes de ser colonizados y el budismo. Cree en una energía superior que reside en cada molécula del Universo. Cree en el Karma, en que hay un todo que nos trasciende, una luz de la que todo forma parte. Dice que nosotros somos las bombillas y Dios es la electricidad. Las bombillas se funden, pero la electricidad siempre perdura. Asegura que nuestra alma no muere ni va al cielo, solo crece en un peregrinaje ascendente, de materia en materia, hasta que está lista para volver a ese “todo” del que partieron. Respeta profundamente la naturaleza. Idolatra al cielo, al sol, al mar, a los árboles y al reino animal.
A pesar de las dificultades que tiene para hablar el castellano, transmite sus ideas inspiradoras y profundas con sencillez. Eso sí, hay que hacer un esfuerzo por rescatarlas entre un confuso torrente de palabras deformadas y con acento lituano. Son como perlas que extraes del fondo del mar. Y ya sabéis que yo soy buceador y estoy haciéndome un collar precioso con ellas.
Me habla también de la importancia de la fortaleza mental y de la sugestión. Él dice que te enfrías, ganas una pelea, te metes en un lío o te acabas muriendo por la culpa de la sugestión. Cómo si la vida de uno estuviera hecha de presagios. A ver, yo encuentro esta idea un poco radical pero sí que reconozco en ella algo de certeza.
V también es un romántico. Cuando era niño, soñaba con ser mayor y convertirse en un guerrero, y me cuenta que en esos sueños, ya contemplaba la posibilidad de de ser apresado por sus enemigos. Porque estar preso, - me dice- según como te alcance, puede interpretarse como una herida de guerra. Es un tipo culto y lo demuestra apuntalando esta reflexión hablándome de un montón de presos ilustres entre los que se encuentran Juan el Bautista, Mandela, Napoleón y hasta Lorca....
Es el mejor amigo que tiene M aquí dentro, les une el Este y haber participado en conflictos bélicos. Reconoceréis que, aunque estés en la cárcel, no es fácil encontrarte con hombres de tu generación que hayan participado activamente en guerras de las de verdad... y, joder, yo me he encontrado a dos, como con ellos todos los días, les tengo mucho aprecio y nos hemos hecho amigos. ¿Será alguna señal del universo?¿Tendré algo de guerrero yo también? Entre ellos hablan en ruso, pero por cortesía, cuando estoy yo delante hablan en castellano. Sin embargo, esto no impide que a veces note una corriente subterránea de complicidad que me excluye irremediablemente.
A pesar de su corpulencia, sus modales son suaves y sedosos y su actitud irradia una serenidad cautivadora. De tanto fervor por la energía superior, parece que la cataliza. V posee el aura invisible de un ángel y la irradia a su paso con un vigor descomunal. Todo el mundo, hasta los más insensibles, coinciden en que este tipo tiene “algo”. Es sin duda el psicólogo sin título más eficaz que yo haya conocido. Su energía, su mirada, sus gestos, su convicción hipnótica y ese caudal de labia desordenada con acento lituano son capaces de revertir el enfoque derrotista que predomina en tantas almas aquí dentro. La definición más brillante sobre esta virtud es la que escuché a un alumno suyo argentino, que ya está en libertad y del que os hablaré: “V te folla la oreja hasta que tu espíritu se corre.” Sí, lo sé, es un poco bestia, pero es genial. ¿No creéis?
Otro rasgo formidable es su instinto protector. Me inspiran las personas que no dudan en proteger a los más vulnerables y que lo hacen de forma natural, como si tuvieran instalado un resorte. Esos hombres que no dan un paso atrás, ni se muestran indiferentes cada vez que la injusticia pasa ante sus narices, actuando siempre sin importar las consecuencias. No llegué a esa conclusión porque presumiera de ello, sino por su forma de actuar en muchas ocasiones. Como aquella vez en la que Alvarito, el chico con gafas y callado del módulo, que de débil parece invertebrado, fue desplazado de la cola del economato como un muñeco de trapo por el chulo fortachón de turno.V, que andaba charlando conmigo en el patio, captó por azar la escena y de pronto arrancó como un Miura. Yo salí detrás sin entender muy bien qué pasaba. V se acercó hasta el listillo y se quedó mirándole a un palmo de sus narices, respirando como una búfala preñada y, aunque no dijo ni una palabra, todos pudimos oír alto y claro un “deja a Alvarito su puto sitio en la cola y esfúmate". El fortachón también debió escucharlo porque dio media vuelta y se marchó deshinchado y con el rabo entre las piernas. Acto seguido, V agarró a Alvarito por el brazo, como una madre lo haría con su hijo, y le devolvió delicadamente a su sitio en la cola con una sonrisa serena en plan -“aquí no ha pasado nada”. Aquí todo el mundo sabe que debajo de esa piel de osito de peluche se esconde un feroz tigre siberiano.
En el módulo se ha formado espontáneamente lo que yo llamo medio en broma “grupo especial de apoyo y resistencia”. Ha sido como un proceso biológico o químico que une partículas por algún tipo de afinidad energética. Es posible, digo yo, que se trate de esa energía entusiasta de la que habla V. Nos empeñamos en mantener un estado de ánimo positivo y estable, capaz de resistir la dureza y la amenaza que supone estar presos. Son muchas las maneras de manejar esta energía, nos contamos historias alentadoras, nos recomendamos libros, cantamos y entrenamos juntos, pero la que usamos más a menudo es un trasiego de señales positivas que nos lanzamos cada vez que nos cruzamos. Como un saludo militar, pero sustituyendo el “a la orden” por gestos de esperanza como una uve de victoria, un pulgar hacia arriba, unos puños apretados en señal de fuerza o un simple guiño con una sonrisa amable. No importa las veces que nos crucemos al cabo del día, es algo que nos tomamos muy en serio y os aseguro que funciona. Que se apunte un 10 el que un día dijo que “una sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz". Qué razón tenía.