El Plan B

El Plan B

¿Qué os parece? Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada? Y si logra hallarla, cierto es que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así os digo: En verdad que no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos.

MATEO 18, 12

Fuerza un poco tu imaginación. Tienes 10 años. Has nacido en un barrio marginal, rodeado de pobreza y delincuencia y ya conoces el aroma que desprende el humo del caballo fumado y de los porros. Tu mamá ha sido prostituta desde que tienes uso de razón. A nadie le importa si vas al colegio o no, no hay quien te perfume por la mañana, no hay beso de buenas noches, ni cuentos, ni nada. Te levantas el primero cada mañana y empiezas el día sin desayunar y sin saber muy bien qué va a ser de ti. Tu padre te lleva al trabajo con él, sobre todo para que te cueles por los agujeros por los que él no cabe para desvalijar esto o aquello. Creces mientras todo lo que te rodea te empuja al mismo sitio oscuro, a través de una corriente de lodo pestilente en la que has aprendido a nadar, pero sólo para sobrevivir. La vida te lleva maltratando desde que tienes uso de razón y claro, que si el niño es un inadaptado, que si viene de una familia desestructurada, que si es indisciplinado y rebelde, que si las malas compañías y los círculos viciosos… y tu piensas, porque tienes orgullo y estás enfadado, “a tomar por culo, me tocáis los cojones…”. Y cada vez se agranda más la brecha que separa el inframundo que frecuentas y una sociedad que te ha estafado desde que tienes uso de razón.

No debemos juzgarles. No debemos juzgarles si no andamos al menos un kilómetro en sus zapatos. Esto es algo que os juro que no voy a olvidar nunca después de esta experiencia. Javi y yo hemos acercado nuestros mundos poco a poco y tras algún recelo por ambas partes, ahora hablamos sin armadura, casi desnudos. Ha sido todo un proceso, emprendimos el viaje desde nuestras orillas remotas (la suya infectada de ogros) para encontramos en una sombría isla a mitad de ruta en la que decidimos entendernos. Me intenté poner sus zapatos y me puse a caminar. Dios mío, qué necios podemos llegar a ser.

Toda esa vida en escombros es lo que descubrí una tarde con Javi caminando por el patio en un vaivén rítmico de muro a muro, bajo el temprano anochecer de una fría tarde de invierno. Una tarde en la que decidió destripar a bocajarro su pasado y mostrarme sus entrañas de escoria y cenizas. Pone cara de no explicarse porqué mientras me cuenta su relato, no hay miradas desconfiadas ni compasión barata.

“Los de tu mundo o me miran con miedo o me miran con pena, y tío, a mi me da por el culo la una y la otra…”

Yo sólo siento respeto y admiración, como la que podría sentir por un náufrago peleón e increíblemente resistente o mejor, por el mismísimo Robinson Crusoe. Y cada vez que le pregunto, hago alguna broma o exclamo alucinado, se le escapa media sonrisa de satisfacción.

Javi ha cumplido hoy 28 años y lo hemos celebrado por todo lo alto. Me he hecho con toda la gama de latas que hay en el economato y, junto a lo más florido del patio, nos hemos pegado un festín de cerveza sin alcohol, calamares en salsa, aceitunas y patatas fritas. También he hecho una tartita taleguera y le he plantado unas velas artesanas, como en ese relato que ya compartí. Creo que no se me va a olvidar en la vida su expresión de sorpresa y gratitud. Ha sido mi humilde homenaje y, como se va en libertad en un par de semanas, nos sirve también de despedida. La verdad es que ya está bien, entre cárcel y reformatorio lleva 12 años de su vida preso. Me ha vuelto a recordar, riéndose un poco de sí mismo, que cuando era niño una vez le preguntaron cuándo era su cumpleaños y él no supo qué contestar, se le había olvidado de tanto no celebrarlo. Me cago en la puta, yo por aquel entonces seguramente que andaría quejándome en alguno de mis cumpleaños porque el Geyperman que me habían traído no tenía el arma que yo esperaba o su pelo era castaño en lugar de rubio.

Javi es espigado y está más bien flaco. Se le da un aire a Sean Penn. Endurece su expresión una leve y pendenciera cicatriz que le atraviesa el pómulo izquierdo hasta el labio y su sonrisa está presidida por una paleta ligeramente partida que le da un punto canalla e interesante. Ha coqueteado con todo tipo de sustancias pero su romance más febril fue con la coca base que le capturó la vida y el alma durante un par de años. Entró en prisión totalmente enganchado y a los pocos meses consiguió salvarse. Lleva limpio 6 años.

“Me desenganché a pelo, Isaac. Y en el puto talego. Ufffff me costó la vida. Le tuve que poner muchos huevos ¿que cómo lo hice? Pues tío, mucha “terapia de esa”, en el patio caminar y caminar, en la celda duchas de agua fría y dando pasos de pared a pared y hacer flexiones y otra vez ducha fría y no dormir, y otra vez terapia y no comer y venga ducha de agua fría y otra vez de pared a pared…”

Ahora me narra una victoria y mientras lo hace, capto de nuevo esa sonrisa de satisfacción como un relámpago centelleando en su mundo oscuro.

“El regalo es que creo que si puedo con eso podré con todo ¿Sabes tío? Me salvé por los pelos, lo dejé sin que me comiera todas las neuronas y los dientes no se me cayeron ni nada. ¿ves? Me dice levantando los labios como un caballo y enseñándome su sonrisa desordenada y su paleta partida.”

A Javi ya lo describió también Joaquín Sabina hace muchos años, en un blues arrastrado que adoro y que toco ahora más que nunca que dice así:

“Macarra de ceñido pantalón, pandillero tatuado y suburbial, hijo de la derrota y el alcohol, sobrino del dolor, primo hermano de la necesidad... Tuviste por escuela una prisión, por maestra una mesa de billar.

[…]

Chorizo y delincuente habitual, contra la propiedad de los que no te dejan elegir.

[…]

Tu vieja apura el vino que has mercao y nunca ha preguntao, ¿de dónde sale todo este parné? La pasma va pisándote el talón, hay bronca por donde quiera que vas, las chavalas del barrio sueñan con, robarte el corazón si el sábado la llevas a bailar.”

Aunque va a salir de aquí sin poder sacudirse el presentimiento de que la sociedad le va a seguir estafando, muestra un aleccionador entusiasmo por el futuro y una ardiente voluntad por ser mejor. Lo más probable es que Javi se hubiera convertido en uno de esos delincuentes crónicos que deambulan por aquí y que entran y salen de la cárcel como el que se cambia de camisa o uno de esos zombies inflados a pastillas que a veces le dan a esto un rollo a The Walking Death muy deprimente. Javi es distinto, es una de las pocas personas que me he encontrado sobre las cuales, la cárcel, además de castigar, ha cumplido la misión de reinsertar. Javi se ha reconciliado con Dios, se ha sacado el graduado y un curso de cocina y ha conseguido trabajar como cocinero en la cárcel. Le ha cogido el gusto por la lectura y camina todos los días durante una hora mientras escucha la radio. También ha conseguido enterrar un poco el resentimiento, sobre todo contra él mismo. La cárcel también le ha dado una novia que conoció en prisión y que le espera con ilusión en libertad.

Ella es la única persona que le espera ahí fuera y ha edificado todo su plan de vida en torno a ella. Recibe cartas suyas todas las semanas y florece eufórico cada vez que viene a visitarlo. Yo pensaba que quería ser cocinero porque en alguna ocasión me había hablado de sus cursos de cocina y de que se veía currando en algún restaurante, pero un día me hace una confesión asombrosa. Me empieza a hablar con cierta intriga de un “plan b” - “Porque Isaac, por muy claro que lo tengas todo, siempre hay que tener un plan b” - Qué me lo digan a mi... Pienso por dentro. Me dice que lo tiene todo pensado y que si no encuentra trabajo - “Porque con mis antecedentes tío, ya sabes ¿no?”- Se va a dedicar a hacer figuras de arena en alguna playa del sur “donde hayan guiris con pasta. No sabes en una mañana lo que te puedes sacar tio.. arte, playita y mi libertad.. ¿te mola?. Mira ven, te voy a enseñar una cosa”. Le sigo hasta el taller del módulo y allí, alcanza una caja de zapatos de una estantería y la deja sobre la mesa. En ella hay tres figuras de arcilla que saca cuidadosamente una por una: una tortuga, una sirena con unos bonitos pechos desnudos y un galgo “¿Te imaginas esto en la playa? La peto seguro ¿no?”. Me dice con una expresión radiante. Joder, la calidad del trabajo que me muestra me sorprende y yo, que ya sabéis que tengo la imaginación disparada, le hago caso y me pongo a imaginar por un instante. Le imagino feliz, al sol de una playa atestada de guiris, con una camisa sudada, una gorra bien calada y descalzo. Inclinado con delicadeza sobre esa sirena a tamaño real, cincelándole la aleta con una espátula de pintor y una expresión de artista mientras tintinean los euros sin parar en una toalla extendida en la que hay pintado “thank you - gracias”. Le cuento esta visión muy serio, casi como una pitonisa que está leyendo el porvenir y por dentro pienso que hay planes B que son incluso mejores que los A y le pido a Dios fugazmente que, sea cual sea el plan que elija para Javi, sea de una vez por todas el plan que se merece.

Así que ya sabéis, si este verano paseando por la playa veis a uno de esos artistas de la arena, parad un momento y fijaros si tiene una cicatriz y coincide con la descripción de Javi, si es así, no olvidéis contribuir a ese plan B. Sed generosos y echadle unas monedas.

Retiro e introspección en la Celda 9

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Cuestión de organización

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