Cuestión de organización

Cuestión de organización

Ya os he contado que cumplo mi pena de cárcel en un M.E.R, acrónimo que corresponde a Módulo de Educación y Respeto. Se podría decir que esto es un mini-ecosistema en el devastador Universo carcelario. Aquí, a diferencia de otros módulos en los que se vive un modelo de prisión más como la de las películas, existe cierto espacio para la dignidad. Llegué al M.E.R con cierto alivio, ya veis, aún estando en la cárcel, el M.E.R se me antojaba como la tierra prometida.

Ya sabéis que me recibió a pie de puerta Rober, el responsable del “comité de bienvenida”, un tipo sensacional del que ya os hablé en un capítulo anterior y que me acogió con un amable protocolo y unos ademanes de conserje del mismísimo Hotel Ritz que aún hoy me provocan una sonrisa.Tras el proceso de bienvenida que ya detallé, me acompaña a la oficina donde está Salva, el coordinador general, también preso y quien ocupará también un capítulo en este blog.

Me sorprendió el aspecto de la oficina donde me llevaron, luminosa, acogedora y forrada de estanterías repletas de libros. Un remanso de tranquilidad a salvo del murmullo y del ambiente caótico del patio. Una mesa frente a la puerta y una mesa auxiliar en perpendicular a ésta. Tras la mesa principal, una gran bandera de España extendida sobre la pared y sobre ésta, una gran ventana horizontal que mira al patio y a través de la cual se llena de luz la habitación. Sobre la mesa, listados de presos, celdas y actividades, una carpeta amarilla en la que pone “recursos” y otra en la que pone “instancias”, el código penitenciario y el libro “Cómo defenderse de la cárcel”. En la esquina de la mesa, a punto de caer, un calendario con la imagen de algún santo, junto a la pantalla del ordenador, una Pepsi y un bote con lapiceros y bolígrafos. Y sentado en el centro de esta imagen, Salva. Fuerte acento murciano, delgado, cuarenta largos, bien vestido y no me acabo de explicar cómo puede llevar la camisa tan planchada. Tiene una mata de pelo negro envidiable, que peina estilo Robert Redford. De rostro es enjuto, su mirada astuta, de ardilla, su boca desordenada y su sonrisa escasa. Su apariencia me hace pensar que es un funcionario. Al saludarle y tratarle de usted me suelta un “Mejor nos tuteamos, yo soy un preso como tú.” - “Perfecto”, respondo yo.

De primeras me parece un tipo muy serio, es la cara opuesta a Rober, me pregunto - ¿es un tío antipático o simplemente está de mal humor?- De manera sobria y ordenada me hace una breve introducción al módulo mientras garabatea mecánicamente en un papel.

“Esto es un módulo de respeto. Por tu perfil ni te tenía que aclarar estas cosas, pero tengo que hacerlo. Este es un lugar voluntario y tenemos una serie de normas. Nada de drogas, nada de peleas, máximo respeto entre compañeros, higiene como norma y participación en actividades. Aquí nos gestionamos nosotros mismos, la idea es que los funcionarios apenas tengan que intervenir.”

- Perfecto, podéis contar conmigo para lo que haga falta.

- Vale, vale, tu tranquilo, de momento ubícate y vamos viendo.

- ¿Fumas?

- No, no fumo.

- Ok, vas a estar en la Celda número 9, el módulo está bien de gente, así que estarás sólo.

- Perfecto. Muchas gracias.

En ese momento quiero preguntarle de todo, pero otro preso espera en la puerta para entrar. Quiero contarle a Salva, por muy antipático que me haya parecido, todo en lo que yo pienso que podría ayudar; hablarle de mi experiencia en gestión y con equipos, de mis ganas de echar una mano, de mi desesperación por ocupar el tiempo de forma útil, de mi experiencia como profesor, sin embargo algo me dice que espere, que observe, que sea prudente. No te precipites Isaac, ahora toca aterrizar y observar el terreno…

En este modelo de cárcel, somos los mismos presos los que gestionamos prácticamente todo el funcionamiento del módulo. Sin duda, los funcionarios tienen un papel de supervisión y control esencial, además de que muchos procesos administrativos sólo los pueden llevar a cabo ellos. Sin embargo y a través fundamentalmente del educador, fomentan al máximo nuestra autonomía. A todas estas conclusiones y a muchas más llego al cabo de un tiempo. Decido no dar un paso más allá de mis carreras en el patio, de leer y de escribir cartas, hasta que no pasen dos semanas que dedico a estudiar silenciosamente cómo funcionan las cosas aquí, cuáles son las reglas, quién es quién y por qué y en qué medida debo involucrarme. En una libreta roja que me hace de agenda voy apuntando mis observaciones minuciosamente y eso me hace sentir bien. Me reencuentro un poco con mi alma de consultor y siento, por primera vez desde que entré aquí dentro, algo de control sobre la situación.

Me puse primero a dar clases de inglés y poco después pasé a formar parte del comité de ayuda legal encargado de dar una primera orientación a los presos de su situación legal y ayudarles con los recursos. Tras un par de meses pasé junto a Salva a coordinar a estas 120 almas que de promedio habitamos en el módulo. Esto no tiene nada de excepcional y mucho menos mérito alguno, más si tenemos en cuenta lo siguiente. Si durante toda tu vida te has estado preparando, aunque sea mínimamente, para competir en este mundo y provienes de un entorno “normal” y de una familia estructurada, es cuestión de probabilidad el poseer aquí dentro más habilidades que los demás. El si las aprovechas y el cómo lo haces es sólo cuestión de actitud.

Desde muy joven me ha tocado liderar equipos de trabajo. Primero en la empresa privada y después tras ganar la oposición. Al principio confieso que no tenía vocación alguna y me resultaba más bien algo incómodo para lo que yo no estaba hecho. Después de numerosas cagadas, y de a buen seguro, no estar a la altura de los sensacionales profesionales con los que contaba, aprendí que ser responsable de un equipo y conseguir sacar su máximo potencial es una de las cosas más satisfactorias que puede haber en una carrera profesional y le cogí el gustillo.

Con el tiempo me empeñé en hacerlo mejor y fui cambiando poco a poco mi forma de dirigir, empezando a aprender más de la gente que tenía a mi alrededor, cerrando la boca y escuchando cuando lo tenía que hacer, dando siempre el primer paso pero también siendo siempre el primero en comerme el marrón, afanándome en pedir perdón si la cagaba sin temor a mostrarme vulnerable e intentando, sobre todo, liderar con el ejemplo.

Quién me iba a decir que entre todos esos equipos con los que he trabajado, también se iba a encontrar un grupo de presos que gestiona el módulo de respeto de una prisión de Murcia.... Toda una oportunidad para seguir aprendiendo. Ya he dicho en otros capítulos que poner tus habilidades a trabajar es una buena forma de superar la adversidad. Para mi, la coordinación del módulo me parecía todo un desafío al que me apetecía enfrentarme. Además, suponía una extraordinaria forma de mantenerme “engrasado”. Ya lo sé, mi situación de ex convicto cierne una sombra sobre mi futuro laboral, pero eso no me impide seguir luchando, ya hemos hablado de eso en este blog.

De pronto me encontré envuelto en un torbellino de gestión que contribuía a que el tiempo pasara más rápido y a que me sintiera útil. Os voy a relatar una de las reuniones de trabajo que mantenemos semanalmente con el fin de que os hagáis una idea de cómo nos organizamos y así acercaros un poco más a ese “ecosistema” del que os hablaba.

Están a punto de dar las 9:30 am. He convocado la reunión general semanal para esa hora en el aula grande, la misma en la que imparto las clases de inglés. Van entrando los distintos monitores de actividades formativas y deportivas, los responsables de comisiones (ayuda legal, bienvenida e higiene), los cabos de los grupos de limpieza y del office (distribución de comidas) y los coordinadores de actividades. El ambiente es desenfadado, las bromas y las risas van y vienen, se van ocupando las sillas, paso lista mentalmente, somos 17 personas, estamos todos. Sí, estamos en la cárcel pero huele al café que muchos llevan en sus manos y ese aroma es inmejorable para empezar cualquier reunión, se celebre donde se celebre. Arranco.

“Buenos días señores, vamos guardando silencio por favor. Hoy tenemos muchos temas y quiero acabar en 30 minutos máximo.”

Intento darle formalidad a las reuniones, como si estuviera en un prestigioso edificio de oficinas y no en este maldito agujero. El equipo se lo merece y tengo la sensación de que así sienten con más intensidad que están haciendo algo importante. El mejor jefe que nunca he tenido y que además es amigo, o mejor dicho, hermano, me enseñó, entre otras muchas cosas, que hay algo muy importante en las comunicaciones con el equipo. Me decía con su voz serena pero con determinación:

“Isaac, primero siempre hay que “repartir los berberechos" (buenas noticias y recompensas) y después ya nos ponemos con la “la duchita fría" (Apercibimientos y correcciones)”

Empiezo por los berberechos:

“Estoy muy contento y quiero daros las gracias a todos. Esta semana hemos conseguido solucionar todos los problemas que se plantearon en la reunión de la semana pasada. Os habéis salido.

Califa, genial la limpieza del taller y la nueva distribución de las mesas; Antonio, muy bien el inventario del material de limpieza; Ignacio, da gusto ver el patio durante tu clase de educación física; Joaquín, tío, ahora sí, has acabado con el escaqueo de ese par de listos, que no se nos suban a las barbas; Pedro, las poleas para el gimnasio están pedidas, de las bids no nos dicen nada. Os veo a todos muy encima de los temas. El educador está contento con cómo van las cosas en este módulo, así que mi enhorabuena.”

La sala rompe en aplausos y en un gran alborozo. Desde luego, estos tipos no parecen estar muy acostumbrados a los berberechos. Hago un silencio hasta volver a recuperar su atención. Toca la “Duchita fría”.

Bueno, vamos con temas que tenemos que corregir. Hoy quiero apuntar a siete asuntos que vamos a atacar esta semana. Los comparto aquí por que además de los aludidos, el resto puede aportar y además son temas de los que quiero que estemos todos pendientes.

1. Tengo una mediación de conflicto que está solucionada y dos en la que no ha habido acuerdo. No sé cómo ha quedado el tema. Necesito más información para ver próximos pasos. Hay que cerrar los temas.

2. Al grupo de limpieza 8 le vuelve a tocar el comedor y los baños por acumulación de negativos. Ojito.

3. Tenemos varias incidencias con la puntualidad en las actividades, especialmente en alfabetización. Me dicen también que las clases son muy repetitivas. Jorge aprieta con los horarios y nos sentamos el lunes para ver contenidos.

Conforme comento los temas, apunto “titulares” en una pizarra, aquí no hay powerpoint y la verdad, ni falta que hace.

4. Tenemos un problema con las formas de los coordinadores a la hora de llamar la atención al personal. TENEMOS QUE DAR EJEMPLO. Nosotros marcamos el tono y el tono es de RESPETO.

5. Tenemos un problema con la higiene en los baños del patio y en la celda de algún interno que hemos de solucionar, el problema es que no me llega a través del comité de salud e higiene, sino por un interno. Anticipación por favor.

6. Tenemos los comités de bienvenida cada uno haciéndolo de una forma. A partir de la semana que viene Rober va a dar un pequeño curso al resto para que lo hagáis todos como él. Así nadie se salta ninguna parte.

7. Tenemos el problema del alboroto mientras los compañeros hablan por teléfono. Vamos a señalizar aún más pidiendo silencio, pero necesito que algún coordinador esté especialmente pendiente.

Recorro fugazmente sus miradas atentas y su desaliño. No son ejecutivos que hablan cuatro idiomas, ni van vestidos “cool”, tampoco tienen una brillante curriculum, ni orientación a objetivos demostrada, pero joder, están presos, lejos de sus familias, con su vida rota… y mirad sus caras, su empeño y sobre todo, no olvidéis lo que cobran; un puñado de autoestima, una forma de matar el tiempo y la remota posibilidad de mejorar su progresión de grado. Joder, me resulta imposible no preguntarme si estaré a la altura.

“¿Alguna duda? ¿Sugerencias? ¿Me he dejado algo? ¿Tenéis alguna pregunta?.”

Tras recoger dudas y sugerencias que apunto en mi libreta roja, voy agradeciéndoles el trabajo y cierro la reunión como lo hago siempre desde que estoy aquí: dándoles un aplauso breve que me devuelven de forma espontánea y se produce un final de reunión para mi apoteósico. ¿Sabéis?, me pregunto cómo es posible que después de 20 años de trabajar con equipos en empresas privadas y públicas, sea aquí en la cárcel, donde termine una reunión cotidiana de una forma tan excepcional. Mi plan va bien, sigo aprendiendo.

El Plan B

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Comité de bienvenida y los superpoderes

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